Llegó el arroz, ¿qué mejor noticia?

Despacho de arroz racionado en una bodega cubana. Foto: Yamil Lage AFP

Por Lien Estrada

HAVANA TIMES – Por fin llegó lo que tanto esperábamos hace días. “Ya lo están repartiendo en otras bodegas, que seguro ya nos toca que llegue a la nuestra mañana, que no es del malo…”.

Esta expectativa frente a la llegada del arroz quiso la Providencia que se materializara. Porque puede, como tantas cosas, no ocurrir. Repartieron un kilogramo para las personas de la tercera edad, y una libra regalada para quienes todavía no hemos llegado a esa etapa de la vida.

En casa somos dos mujeres mayores de 65 años y yo, que a duras penas he llegado a 45 años. Está también mi tío político, pero ya no vive con nosotras. Todas nos pusimos de acuerdo: nos comeremos el arroz poco a poco, para degustarlo como Dios manda. Pero nos tuvimos que reír cuando le escuchamos decir al vecino que se lo comerá de un solo viaje. Ya sabemos que en un grupo de seres humanos las formas de afrontar la misma situación pueden ser diversas.

Y el tema del arroz es una cuestión que nos está empezando a exasperar. Porque es uno de nuestros platos fundamentales, el que no puede faltar en la mesa. De hecho, existen las personas, como mi madre, que dicen: «si no hay arroz en la mesa, no hay comida». Los pobres lo comen blanco con cualquier cosa, o sencillamente solo. El que puede, y le gusta cocinar, pues lo hace Frito o Imperial. De vez en vez un arroz amarillo es muy bienvenido. ¡A la «Chorrera«, está muy bien! Y quién se niega a un congrí con un bistec de cerdo.

Los ideales son los que vienen de China, Brasil o Vietnam. El peor: el de la propia tierra. Pero cuando falta, no se pregunta por la nacionalidad. Se trata de conseguir de cualquier forma.

La comida no ha dejado de ser una preocupación en la Isla, pero cuando vimos en los mercados de particulares que el arroz alcanzó el precio de 280 pesos, ahí fue cuando sentimos el corazón latiendo en medio del pecho… Pasaba de grave la situación. Además, es innegable que todo está estrechamente ligado a la economía. Si se obtuvieran esos 280 pesos honestamente en un trabajo, que generara un salario digno, no hubiera que llorar tanto.

Recuerdo en una ocasión estar almorzando en el comedor del Seminario Evangélico de Teología en Matanzas. Un grupo de estudiantes había ido de intercambio por un mes a Suiza. Dos de estos estudiantes estaban en la mesa en la que yo me encontraba, y uno le preguntó a otro: «Fulano, en la casa donde tú paraste en Suiza ¿se repitió alguna vez la comida? Porque en la que yo estaba, no».

Yo me impacté con lo expresado hasta hoy. Pero acto seguido me dije: ¿tendrían arroz? Aunque ya sabemos que en Europa es la papa. Aquí también la comemos, con arroz.

De cualquier manera ya tenemos en estos días ese bendito cereal en casa, y como no pensamos como el vecino, espero que nos dure. Somos mujeres que comemos poco, que en Cuba es una clase de suerte, y parece ser, que en nuestra indefension adquirida, nos conformamos con casi nada.

Cuando falte, lo solucionaremos con caldosa. Que mi madre odia, pero esto es un país asediado por dentro y por fuera, y la crisis nos hace creativas, pero hasta un punto. Y de algo hay que estar seguras sin esfuerzos: para seguir viviendo hay que comer. Dios quiera que el arroz no nos falte, y si tuviera que faltar, pues no tanto.

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