El valor de la costumbre: El Día de las Madres en Cuba

HAVANA TIMES – Cada segundo domingo de mayo mi madre esperaba ansiosa que llamaran a la puerta trayendo las postales por el Día de las Madres. Eran de producción nacional, con imágenes de flores.
Nunca llegaban todas de una vez y para ella era una fiesta la repetición del rito de ir a abrir y descubrir quiénes se habían acordado de felicitarla.
Entre esas postales estaban las de nosotras, sus tres hijas mayores. Mi hermana menor no había nacido aún.
Por mami éramos capaces de ahorrar durante meses metiendo monedas en un calcetín que escondíamos en un hueco del colchón. Todo para sorprenderla también con un modesto regalo.
Pero sin ella, este día ahora nos parece a las tres carente de significado. Ninguna ha podido transmitir a nuestros vástagos aquel entusiasmo que hacía este día tan especial. No porque ignoremos los sacrificios de la maternidad. No porque no quisiéramos que nuestros hijos vieran en esta fecha una oportunidad de expresarnos su cariño. Supongo que, como dice mi hijo, mi madre provenía de un tiempo en Cuba donde la incertidumbre económica no se robaba toda la atención, día tras día.
En la normalidad, las conmemoraciones tienen un sentido genuino. Pero, ¿cómo sostener la hipocresía de una celebración, si ni siquiera sabes si podrás alimentar a tu familia? La pobreza nos obliga a desarrollar un pragmatismo involuntario, que ha ido barriendo con tantos protocolos.
Ahora las redes sociales tienen el poder hipnótico de mantenerte distraída en la maraña de publicaciones y mensajes, y así, entre la agobiante rutina de cocinar antes del apagón de turno, se te va el día. Cuando había suministro de gas licuado, el acto de cocinar se llevaba horas.
Usando una hornilla eléctrica y aunque tengas la enorme suerte de que un familiar te haya ayudado a aligerar la carga de trabajo con una arrocera y hasta la famosa olla Reina, la carrera contra el tiempo y estos horarios cambiantes sin electricidad se llevan toda la paz, y la alegría.
A veces, tengo la amarga sensación de que todo lo que hago en el día es preparar comida.
Mi mamá siempre tenía esa aprensión porque uno se llenara el estómago, como si eso le garantizara una satisfacción indispensable. No la felicidad, sino el preludio de lo que, en otras circunstancias, podría llamarse seguridad mínima. Aunque fuera hecha a pedacitos como si realmente confiáramos en que el destino, o Dios, o el universo, va a proveernos la siguiente jornada. Pero la verdad es que no confiamos en ese mañana, no hemos aprendido a vivir como los pájaros.
Especialmente las madres no se liberan nunca, aunque los hijos crezcan. No sólo porque vienen los nietos sino porque la incertidumbre sigue siendo el nexo que nos une.
Al menos así es con los hijos o familiares que aún viven en Cuba.
Compartimos una disfuncionalidad que se ha naturalizado a la fuerza y los chistes que genera no son suficiente alivio. Quizás porque esta realidad caótica donde lo único normal es el desabastecimiento, la inestabilidad y la variedad de las pérdidas, es la causa directa de las familias rotas, de los hijos ausentes, de traumas que no se curan con ninguna postal, digital o física.
De un dolor sordo y fijo que no logra disipar ningún regalo. Incluso si consigue atenuar el miedo por el mañana, por la fugacidad del alimento, no importa las horas que le dedicaste de pie, en la cocina. (La herencia implacable que se deja a las hijas).
Hace años, cuando llegaba el segundo domingo de mayo me acuerdo de mi mamá y, por más que la extrañe, me reconforta pensar que ya no esté en este mundo. No tengo que compartirle esta decadencia que yo misma ya no sé cómo procesar.
Me libro de las especulaciones sobre hasta cuándo durará esta tristeza que corroe en silencio los muros de las casas que resisten o terminan desplomándose, de las calles que se agrietan y se vacían de vehículos dando la sensación (esa tristeza aplastante) de los domingos. Un país en fuga, dijo alguien. Y en la fuga, en la estampida, lógicamente, cómo preservar la ingenua sacralidad de las fechas y de los ritos.
Simplemente se pierden, aunque los sostengas confiadamente como esos amuletos que se colocan entre la ropa y el pecho. Esos detalles que (entonces creíamos), nos amparaban contra la fatalidad.
La gravedad siniestra que orbita sobre esta Isla, dispersando los vínculos familiares, reciclando la desesperación, ha dañado especialmente el rol de las madres, esa función de colocar la esperanza como certeza, en la siguiente generación.
Mi abrazo profundo a las madres cubanas en este día. Mi agradecimiento y solidaridad a Verónica por hacerme sentir cerca atraves de esta nostálgica realidad involutiva en la que día a día se convierte la narrativa de la revolución cubana. Una involución que es cambio no el soñado en el eslogan de «revolución es cambio»…
Bello. Y real!
El dolor y la incertidumbre del pasado se une a este tiempo, más duro aún para las madres cubanas, las verdaderas heroinas, que libran una batalla diaria con sus hijos, en un país donde reinan las dificultades y diferencias sociales. Texto desgarrador y hermoso. Gracias!
Te hago llegar el abrazo más tibio de mi corazón Verónica Vega. Mi cariño sincero a las mamás cubanas humanas y no humanas,porque las mamás animal son infinitas.Leer, esto duele, porque es la dura realidad de La isla, que viene padeciendo bloqueos, necesidades,duelos eternos, hambre, separaciones y abusos,desde hace tantas tantas décadas… .Todo muy injusto, pero esa mamá que tanto extrañas, y que iluminaba tu vida, te sigue abrazando eternamente, sea o no el día de las madres..y eso sigue siendo el combustible para tu alma. En lo personal, en argentina se celebra en octubre, y es solo una fecha comercial, dónde la sociedad de consumo aumenta descomunalmente. .. Yo no celebro ,ya que mi mamá no fue la mejor madre… Pero eso es un capitulo aparte, y no viene al caso, y además ya no vive. Creo que es difícil ,la celebración con tantas adversidades que intentan robarte hasta la dignidad, pero dentro de tu huevo luminoso, dentro de tus brazos y tu círculo afectivo, hay libertad. . Respirala, nutrite de eso y de que seguis dando vida. Abrazo cosmicooooo
Madres benditas!
Veronica siempre llega hasta las mas intimas fibras de quien somos, quien fuimos y lo que hemos peridido
Muy sentido este artículo. Gracias.