En Cuba, hemos perdido la capacidad de soñar

 Ilustración: Félix Azcuy

Por Mariana Camejo (Joven Cuba)

HAVANA TIMES – «Hemos perdido la capacidad de soñar y ni siquiera sabemos hacia dónde vamos». Soñar tiene que ver con las creencias sobre el futuro, sobre las esperanza, sobre lo que creemos que vamos a lograr.

Las frases «Venceremos», «Construir el socialismo», «Sí se puede» se han instalado como mantras en el discurso oficial y periodístico, pero a ciencia cierta nadie tiene claro a partir de qué año venceremos, en cuántos tiempo tendremos el socialismo construido, en qué momento podremos decir que sí pudimos.

El sentimiento de las personas sobre la realidad del país va por un lado, y el discurso de los medios va por otro. La sabiduría popular dice que en Cuba hay dos países: el de la televisión y el de la realidad. 

Entre los tantos problemas que se derivan de la crisis actual, hay uno sobre el que no dejo de pensar: nuestra capacidad de soñar, de imaginar incluso un futuro para el país y nosotros en él. No es solo un problema comunicacional, ni siquiera lo es esencialmente, pero sí tiene mucho que ver con comunicar.

Hace unas semanas se hizo en La Habana el seminario de modernización al estilo chino. Por lo que leí se elogiaron las reformas económicas que hizo China, a dónde ha llegado, y quiero que pienses conmigo en qué sentido esto es relevante para nosotros. 

En 1978, se estima que unos 770 millones de chinos, alrededor del 80% de la población vivían al límite de la pobreza extrema. Las reformas económicas que han colocado a China donde está hoy comenzaron en ese año, y se basaron en dejar atrás el esquema centralizado y en una apertura al mercado.  China sacó de la pobreza absoluta a más de 10 millones de personas de zonas rurales cada año hasta 2020.

Desde 1953, cuando comenzaron los planes quinquenales en el gigante asiático, el crecimiento medio anual del PIB ha variado, pero desde 1978, con las reformas económicas, ha rondado el 8% o más.Este año 2025, que es cuando cierra el 14º Plan Quinquenal, la previsión es un crecimiento de un 5 % anual.

Cabe destacar que todo eso ha estado acompañado de duras medidas frente a la corrupción. Solo en 2024 los tribunales resolvieron unos 30,000 casos de soborno y malversación que involucraron a funcionarios públicos.

Exponiendo estos datos no estoy queriendo decir que aspiremos a igualar los indicadores chinos. Se trata de un país con una sociedad milenaria, de una cultura distinta a la nuestra y que no tiene las medidas unilaterales coercitivas norteamericanas que tenemos nosotros; mucho menos estoy diciendo que su modelo sea perfecto, no lo es, pero sí hay mucho que aprender de esa experiencia. 

En comparación con ellos, hoy Cuba no tiene una estrategia de desarrollo que discutir con la ciudadanía. Lo más parecido a eso fueron los lineamientos del Partido en 2011, o más cercano en el tiempo la Tarea Ordenamiento, aunque se implementó sin consulta ciudadana. 

Por supuesto que ningún modelo de desarrollo estará exento de críticas, pero lo que no puede es estar ausente de la política. 

En la comunicación, sin embargo, ya sea institucional, periodística o de autoridades de gobierno, no hay rastro de una estrategia para desarrollar el país. Hay reportes de casos puntuales que logran metas, hay llamados a replicarlas, y hay muchas convocatorias. Pero ni las buenas experiencias ni las convocatorias están comunicadas como parte de una estrategia mayor. Y eso es un error que, desde el punto de vista comunicacional, se origina en la comunicación política. 

No se puede comunicar lo que no existe

Tenemos un plan de estabilización macroeconómica que no es público. De ese plan lo único que puedo sacar en claro es que viene más dolarización mientras los salarios siguen congelados y se deprecia la moneda nacional. Y también se habla de un programa de gobierno para corregir distorsiones; igualmente la ciudadanía no conoce su contenido. 

Todo plan o programa debe tener un tiempo para ejecutarse y fechas límites para alcanzar objetivos. En medio de una crisis económica sin precedentes, es cuestión existencial una estrategia que inicie un camino de salida a flote, de desarrollo, indicadores claros, prioridades sectoriales y de inversión, y que no desconozca los aportes de los economistas y otros cientistas sociales cubanos, muchos de los cuales están aún en instituciones del país. Ni China ni ningún otro país se atrevería a concebir su futuro sin cultura económica de las autoridades o desoyendo a los académicos que ha formado en sus propias universidades.

Tengamos en cuenta que incluso las inversiones millonarias como la noticia reciente de Rusia, por sí sola, no va a sacar a Cuba de la crisis. 

Pero me llama mucho la atención que a nivel de discurso político miremos hacia China, pero que las autoridades sean incapaces de inspirarse en esta experiencia para dar pasos imprescindibles que coloquen al país en una posición distinta a la actual. Digámoslo de otra forma: mientras China exhibe planes quinquenales públicos con probados resultados, en Cuba se hace un seminario que elogia esas reformas pero  no se da el paso de reformar estructuralmente la economía. 

Y China no es el único modelo de referencia de valor para Cuba. Está Vietnam, por ejemplo. El economista Omar Everleny escribió sobre las reformas que sacaron a Vietnam de una profunda crisis económica y a finales de los años 90 habían demostrado resultados, en medio incluso de sanciones estadounidenses, que nunca se pueden desconocer.

Pero no tenemos planes públicos ni estrategia para someter a control popular, así que tampoco tenemos comunicación periodística o de cualquier otro tipo que construya un horizonte de posibilidades esperanzador para ti o para mí.

Comunicar una estrategia de desarrollo para el país es urgente, pero primero esta estrategia tiene que delimitarse con claridad, y eso es una tarea de la política, no de la comunicación.  La gobernanza tiene que construirse sobre la eficiencia que garantice esa ruta de mejoras palpables para la gente. Una estrategia de desarrollo, por tanto, necesita ser de acceso abierto y sometida a control popular, y para eso tenemos una Ley de Transparencia aprobada en 2024.

La comunicación política y la comunicación institucional no pueden darle la espalda a aquello a lo que se deben. Pero tampoco hacen magia. 

No hace falta una estrategia de comunicación para entretenernos, sino una para decirnos con contenido real y datos cómo vamos a salir de este momento. No un reporte más, largo y tedioso, de reuniones donde solo se reconocen los problemas, pero sin trazar una hoja de ruta para las soluciones.

Muchos dirían que es imposible pensar en el desarrollo del país con un cerco económico de Estados Unidos, pero es que eso no depende de nosotros, y se mantendrá mientras sea efectivo para lograr sus objetivos: potenciar una Cuba desesperanzada y dolida. Por tanto, cualquier plan de salida de la crisis, tiene que tener en cuenta que la estrategia de la Casa Blanca no cambiará, al menos hasta que la economía cubana logre hacerse lo suficientemente fuerte como para opacar las sanciones. 

Si no podemos visualizar un horizonte, si no sentimos que ese horizonte es alcanzable, si no creemos que hay vida posible sin carencias y con bienestar, ¿cómo vamos a imaginar un futuro en este país?.

Pero no podemos soñar sobre la redundancia retórica de las frases de siempre. Soñar no puede ser un lujo: es un plan con fechas. Sin una estrategia de desarrollo y sin eficiencia, no hay sueño posible. Y tampoco hay comunicación que lo salve.

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